miércoles, 4 de septiembre de 2013

Pat Metheny - “Tap: John Zorn’s Book of Angels, Vol.20”

Dejando de lado el rock, en las próximas semanas estaré escribiendo sobre discos de jazz y estilos adyacentes. Y hoy empiezo con ello.

El disco que les traigo esta vez es la unión entre 2 de los mayores genios musicales de estos tiempos desde décadas atrás. Son 2 de esos artistas que no pueden ser encasillados estrictamente dentro de una categoría y que año a año demuestran evolucionar y explorar nuevos territorios: Pat Metheny y John Zorn.

Pat Metheny, de los 2, es el menos heterogéneo,  pero esta afirmación va solo por el lado de la comparación, pues el mundo de Metheny es inmenso.

Desde sus inicios como guitarrista en la banda de Gary Burton, se inclinó hacia el jazz. Sin embargo, ya en sus primeros discos fue mostrando otras influencias, como el folk, rock, influencias latinas, etc.

Varios discos como “Pat Metheny Group”, “Offramp”, “The Way Up”, etc, nos dan a conocer su lado jazzístico.
Discos como “New Chautauqua”, su obra maestra a mi consideración y a su vez uno de los mayores logros de la música popular, nos muestra un Metheny en busca de ambientes y paisajes sonoros pintados con aires de jazz, folk y algo de new age de los ’70.

Luego nos encontramos con otros como “Secret Story” o “Imaginary Day” donde el género es bastante indefinible debido a la enorme mezcla de lenguajes musicales, llegando a incluirse tradiciones folklóricas asiáticas muy lejanas a la cultura anglosajona.

Pero también tenemos un Metheny super experimental en varios temas de su disco “Quartet” junto su clásico grupo Pat Metheny Group, en el cual siempre ha participado el excelente tecladista Lyle Mays, el mayor colaborador de Metheny, y más que nada en “Zero Tolerance for Silence”, 5 temas de superposiciones contrapuntísticas de guitarras eléctricas con gran distorsión que logran un ambiente sucio y pesado, llegando al noise rock más salvaje y demente que uno podría escuchar. Y hay varias caras más.

Como guitarrista, es, a mi consideración, el mejor desde su aparición. Conozco varios guitarristas. Algunos llegan a un virtuosismo inigualable. Otros llegan a un nivel melódico que pareciera que cantarán. Pero muy pocos, MUY POCOS, llegan a combinar ambas de forma precisa. Metheny es de esos poquitísimos guitarristas que logran tener un virtuosismo técnico único y que a su vez llegan a un desarrollo melódico impresionante. Canciones como “New Chautauqua” tienen un nivel técnico que pocos podrían igualar pero a su vez son solos que pueden cantarse. Es literalmente el punto máximo al cual un guitarrista puede llegar. Y les dejo aquí para que lo comprueben: http://www.youtube.com/watch?v=-odr6jeYfo4

John Zorn es de esos hombres que lanzan, lanzan y lanzan música sin parar, en un abanico gigante de estilos musicales. Es como un Frank Zappa.

Sin embargo, la música de Zorn es bastante más arriesgada en cierto sentido. Nunca nos vamos a encontrar con discos como “Sheik Yerbouti” o “Overnite Sensation” de Zappa, discos en los que se puede encontrar rock en un estilo más clásico. Zorn es un experimentador y siempre se ha manejado con lenguajes musicales en donde la experimentación es algo fundamental.

Dentro de su gigantesca discografía, la cual alcanza más de 400 álbumes, nos encontramos con jazz, improvisación libre, rock, heavy metal, hardcore punk, noise rock, klezmer y otras tradiciones judías, música clásico-contemporáneo, música para películas, etc.

Es un hombre inclasificable que salta de una punta a la otra constantemente. Bueno, sin ir más lejos, este hombre nos presentó Masada, una banda que tocaba una mezcla de jazz con klezmer en un ambiente super tonal y bastante accesible y un año antes se encontraba con Naked City, una banda que llevaba la música a su estado de mayor violencia y agresividad, plagada de cambios bruscos en temas que no llegaban al minuto. Aquí les dejo un ejemplo de Masada: http://www.youtube.com/watch?v=fzzt2kCix8c   y aquí uno de Naked City: http://www.youtube.com/watch?v=oXcgg7WC7LI

La historia de este disco empieza años atrás.

Durante la época de Masada, Zorn escribió un libro de unas 200 canciones con influencias de tradición judía. Estas contaban con una melodía y una serie de reglas para seguir la canción, como las tonalidades o modos en las cuales tocar, el tempo y otra serie de reglas, lo cual da la posibilidad de improvisar o de “componer” el resto del tema. Estos temas fueron tocados con la banda en su 1er época.

Para el 2004, Zorn había compuesto unas 300 canciones más, las cuales las incluyó en un segundo libro de Masada titulado “The Book of Angels”. Este segundo libro no ha sido interpretado por la banda sino por diferentes músicos, algunos a pedido de Zorn y otros simplemente le han pedido a este genio que les seleccionara algunos temas para interpretar. Entre estos se encuentran Marc Ribot, Medeski Martin & Wood, Mark Feldman y Ben Goldberg.

Unos meses atrás, mediante una charla via email, Metheny le comentó a Zorn acerca de sus ganas de interpretar algunas de las canciones de este libro. Eran enormes fanáticos uno del otro pero nunca habían trabajado conjuntamente. Metheny creía que podía aportar en esta serie de interpretaciones y Zorn no dudo ni un segundo en aceptar la propuesta e hizo una selección de canciones para el brillante guitarrista.

Metheny comenta que el trabajo empezó a partir de la improvisación, analizando los parámetros de estas canciones y viendo cuales eran las posibilidades musicales e instrumentales que las reglas permitían. La improvisación empezó con el arsenal instrumental que finalmente sería el que utilizaría en el disco: guitarras, sitar, bajo, tiple, teclados, bandoneón, percusión, fliscorno y el sistema orchestrionics que diseñó para su álbum “Orchestrion” (un set de instrumentos controlados mediante medios electrónicos que permite a Metheny tocarlos todos a la vez, algo así como una pianola multi-instrumental). También lo acompaña Antonio Sánchez, increíble baterista con el cual ha colaborado en los últimos 11 años.

En este álbum titulado “Tap: John Zorn’s Book of Angels, Vol.20” y lanzado en Mayo de este año 2013, nos encontramos con 6 de las centenares de canciones de este libro. Debido a que hay una edición lanzada por el sello Nonesuch y otra por el Tzadik (el sello de Zorn), hay 2 arte de tapa diferentes, una para cada sello discográfico.

El álbum es estilísticamente bastante versátil. Aunque hay una gran predominancia de influencias de tradición judía con una base de klezmer y músicas de medio oriente, ya que las melodías e ideas principales de las canciones fueron compuestas por Zorn en esa índole, el álbum va viajando entre ambientes semi-rockeros, acústicos tranquilos, unos tonos jazzeros, un lado algo progresivo y bastante experimentalismo.

Es claro que Metheny adoptó 2 caras musicales. Por un lado, es evidente que en cada canción hay planificación, tanto instrumental como en el desarrollo, ya que en todos los temas podemos notar secciones con conexiones muy bien logradas y arreglos que no suceden por arte de magia. Pero a su vez, siendo un jazzero, hay mucha improvisación. Nos encontramos con excelentes solos de guitarra y otros instrumentos del arsenal de este músico y  participaciones en constante cambio por parte de Antonio Sánchez. Metheny siempre ha sido un maestro de estos 2 caras, que por lo general, deja en duda cuando empieza una y termina la otra (el ejemplo máximo de esto es su obra maestra para su grupo titulada “The Way Up”, una verdadera obra de unos 70 minutos sin parar donde estas 2 caras son llevadas al límite).

El disco abre con “Mastema”. Ya desde el inicio nos damos cuenta de las evidentes influencias de tradición judía. Pero a su vez notamos, por el lado de Zorn, esa deformidad musical, utilizando un compás de 10/16. Por el lado de Metheny, quien es el que eligió el instrumental y le dio forma a esta música, es claro que aquí se aleja de su sonido más jazzero y se acerca a esas influencias de otras tradiciones musicales ajenas a lo anglosajón, influencias que se pudieron escuchar perfectamente en discos como “Secret Story” e “Imaginary Day”. A la vez, el riff que da inicio a la canción recuerda mucho al trabajo de Robert Fripp en los’80 con su String Quintet. Luego de la introducción de la melodía principal, empezamos a escuchar la guitarra improvisada de Metheny con un sonido totalmente ajeno al que estamos acostumbrados. No hay nada de ese sonido de micrófono de puente con un timbre suave con pocos agudos. Acá nos encontramos, en los 2 casos de improvisación, con un Metheny distorsionado y sucio a un punto chirriante y destructivo. Lo interesante es que en cada caso, el sonido de la guitarra es diferente y ambas improvisaciones son muy diferentes. Es que Metheny siempre comenta que detesta usar efectos de guitarra como un simple coloreo del sonido. El usa muy pocos efectos y cada efecto lo piensa como instrumento diferente. La canción a su vez está plagada de detalles que la acercan a algo electrónico experimental, dándole una identidad muy particular.

“Albim” empieza con una guitarra acústica tranquila. El ambiente general del tema es así, más allá de que a los pocos minutos se eleva. Tal vez sea en este tema en donde menos se siente la presencia de Zorn, llevándonos al lado más jazz acústico de Metheny. La batería de escobillas de Antonio Sánchez ayuda mucho a lograrlo. Nuevamente, podemos notar como Metheny tiene un concepto totalmente diferente con la guitarra acústica, ya que sus solos y participaciones son muy distintas a lo anterior, más allá del ambiente generado.

Con “Tharsis” volvemos a ese paisaje de medio oriente en un ambiente bastante klezmer pintado por el lenguaje de tonos a lo Steve Reich de los últimos tiempos de Metheny. La melodía principal es muy interesante ya que parece un espiral interminable gracias a su carencia de pausas. Cuando empieza la parte de improvisación nos encontramos con el efecto de guitarra más conocido de Metheny. Aunque ha tenido varias caras en su instrumento, las 2 más conocidas son la limpia de timbre opaco bien jazzero y el de esta canción. Lo más interesante de este tema son la cantidad de detalles que decoran la melodía principal, además del acompañamiento que, unido a lo anterior, forma un contrapunto de laberinto. La gema está en el final con la participación de una guitarra eléctrica con un efecto que logra un grito destructivo.

“Sariel” nos transporta a un ambiente desértico cargado de detalles por el arsenal guitarrístico de la canción. Es muy interesante el ambiente imponente y gigante que se logra en la 1era sección, con una manada de guitarras rasgueadas acompañadas de solos destellantes, y el ambiente tranquilo y meditativo que le continúa, con un contrapunto lento de esas guitarras.

“Phanuel” es la canción más tranquila del disco. Es la guitarra acústica quien tiene la voz principal durante el transcurso del tema, tanto en la parte de acompañamiento como en la solista. Sin embargo, nos encontramos con teclados y acordiones delirantes y experimentales en la 1er sección del tema y una percusión más que nada de platillos en la 2da, la cual no llega a marcarnos el pulso y ritmo, ayudando a mantener ese ambiente tranquilo y flotante durante la duración total. Es un tema muy contemplativo y reflexivo.

“Hurmiz” cierra el disco con el lado experimental de Metheny. Desde un principio nos encontramos con un piano tonal pero totalmente loco y caricaturesco que resuena mucho a las piezas de Erik Satie. Pero lo interesante es que a los pocos segundos aparece Antonio Sánchez con un interminable e increíble solo de batería, demostrando que este hombre trasciende el lenguaje de jazz y puede llegar a niveles de experimentalismo increíble. Más llamativo aún son los planos del tema, ya que, por más que el piano sea el único instrumento melódico, debido a su repetición y poca variabilidad y por ende carencia de factor sorpresa, este se encuentra en un segundo plano y es la percusión que nos mantiene atentos constantemente.

Algo que sucede en cada canción excepto en “Tharsis” y “Hurmiz”, es que cierran con una coda que generalmente va hacia un lado más experimental y de improvisación libre, como si de a poco nos fueran anunciando el final del disco. En el 1er tema nos encontramos con una especie de remix desenfrenante de un solo de la guitarra que cierra el tema. En el 2do con un pasaje con enlaces de acordes inconexos, dejando un ambiente impresionista cargado de duda.  “Sariel” cierra con una improvisación libre entre una guitarra super distorsionada y chillante y la batería de Antonio Sánchez.  Finalmente “Phanuel” cierra con una coda oscura y grave dejando una sensación apocalíptica. Es verdad que estas codas poco tienen que ver con lo que les precedía y en cierto modo no tienen sentido alguno, o sea, no tienen mucha razón de ser en el discurso de cada canción. Sin embargo, están muy bien logradas y tienen gran valor. Tal vez es una intención de ruptura descontextualizada que de alguna forma borra todo lo escuchado previamente, como una limpieza sonora, y así empezar el siguiente tema con los oídos en un estado neutro.

“Tap” está cargado de detalles. Aunque obviamente hay 2 planos, el melódico y el acompañamiento, uno puede desmantelar el 2do y notar pequeños detalles, tanto percusivos como melódicos, que le dan color y vida a toda esta música. No hay ninguna canción que sea simplemente 3-4 instrumentos. En todas hay un arsenal instrumental en un estilo minimalista que hace que la carga de instrumentos no vaya para el lado de un contrapunto inmenso y así una decena de voces al mismo tiempo, sino por un lado más tímbrico. Muchos instrumentos hacen lo mismo o algo muy parecido y lo que se escucha no son 2 instrumentos, sino la sumatoria que crea un timbre rico, complejo y diferente.

Una vez más, John Zorn demuestra que no tiene nada que envidiarle como compositor a ninguno de los más reconocidos, ya que su abanico musical es tan grande que no hay tiempo ni palabras para clasificar cada uno de los estilos que lo conforman. Es un hombre con ideas originales y bien desarrolladas, tanto en un nivel más tradicional por el lado melódico y armónico como por el lado conceptual trayendo ideas y propuestas típicas de la música clásico-contemporánea de la post-guerra del siglo XX.

Pero más que nada, se evidencia nuevamente que el mundo de Pat Metheny es inmenso y en constante expansión. Es un hombre que suma y no remplaza. Podemos escuchar influencias y sonidos del pasado, detalles e ideas que ha utilizado previamente. Pero estas son reformuladas y adaptadas a este nuevo contexto y surgen combinaciones que no habían aparecido antes. A su vez, hay una suma, ya que se trata de música hecha por otra persona de otra rama musical.

El resultado de “Tap: John Zorn’s Book of Angels, Vol.20” es algo bastante único y es una nueva rama en la música de Metheny, demostrando una vez más que este artista siempre se mantiene vivo y en constante cambio, en constante evolución.




Aquí les dejo un link para que puedan escucharlo online: http://grooveshark.com/#!/album/Tap+Book+Of+Angels+Volume+20/8955182




HASTA LA PRÓXIMA SEMANA!!!




2 comentarios:

Antoni dijo...

No soy muy aficionado al Jazz, pero leyendo estos estupendos artículos me entra el gusanillo por este estilo.

Simplemente aprovecho este comentario para enviarte un saludo, amigo Santiago.

Antoni dijo...

Santi,ya lo he escuchado por encima y la verdad es que parece un disco muy interesante, me gusta el sonido, tienes razón en decir que es un poco inclasificable.
Me lo guardo en mis favoritos de Grooveshark, para escucharlo con tiempo.